Abstract

En Chile la innovación tiende a confundirse con “buenas prácticas” o “desarrollo local”, dada la escasa evidencia empírica disponible, que se explica por los altos niveles de centralismo y nacionalización de la política
 local, lo cual resulta contradictorio con la autonomía de que dispone este nivel de gobierno. La innovación tiene, en consecuencia, sus límites en el diseño institucional, ya que los municipios centran fuertemente la toma de decisión en los alcaldes -quienes aparecen pocos dispuestos a permitir la “indisciplina” que caracteriza a los innovadores-, y a su vez, tienen que hacer aquello que la ley, los traspasos fiscales y la Contraloría General de la
 República les permite hacer.

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