Abstract

La afinidad entre Hannah Arendt (1906-1975) y Claude Lefort (1924-2010) puede ser rastreada a través de diversos ejes: la cercanía y la distancia en la interpretación que ambos hacen del totalitarismo, la indagación en torno al problema de la igualdad en la modernidad, la interrogación sobre el estatuto de los derechos humanos o el intento renovado por ambos por pensar los acontecimientos sin barandillas. En este artículo me propongo abordar estos ejes de manera tangencial: rastreando la manera en la que Lefort lee La condición humana, intentaré identificar las razones que lo llevan a considerar que —a pesar de entender que Arendt es, sino la mejor, una de las más afines compañeras en la empresa de “restaurar la filosofía política”— su obra ofrece a la vez un punto de partida y un límite para repensar lo político.

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