Abstract

La tradición pacifista del movimiento judeo progresista internacional consolidado en París en 1937 y particularmente del argentino, desde 1941, es una marca fundacional que persiste. La alternancia entre democracias y dictaduras no fueron obstáculo para que aún con restricciones, las actividades recreativas destinadas a niñas, niños y adolescentes tuvieran siempre un componente solidario e internacionalista, reconociendo el potencial aporte social de la infancia y un modo particular de entender las relaciones entre personas y con la realidad. En 1975, mientras la democracia del segundo peronismo era atacada por fuerzas paramilitares, se expandía el Plan Cóndor. Chile y Uruguay, muy cercanos territorialmente, vivían en dictadura. La proximidad geográfica y las diferencias de los tiempos de los golpes de estado hicieron que Argentina se convirtiera en refugio de exiliados y en espacio de generación de acciones solidarias y de resistencia. En ese contexto se reunieron por dos días, niños y niñas de entre 10 y 12 años para fabricar juguetes que fueron enviados a pares con sus madres presas o clandestinas. También se produjeron murales y esculturas tematizadas, al tiempo que se ensayaban modos de autogestión democrática de convivencia, como una particular forma de intervenir y analizar los hechos que los rodeaban.

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