Abstract
El objetivo de este artículo es reconstruir la evolución morfológica de la carta real diplomática catalanoaragonesa entre los reinados de Pedro el Ceremonioso y Alfonso el Magnánimo. A lo largo de este período, esta tipología documental, siguiendo los principios del Ars dictaminis, adaptó sus características externas e internas a las acciones jurídicas que contenía y a sus destinatarios, sin renunciar por ello a su simplicidad material y textual. Con su adecuación a las necesidades comunicativas de la monarquía, la carta real diplomática se convirtió en un instrumento de gobierno que contribuyó al fortalecimiento del poder real y anticipó formas que alcanzarán su pleno desarrollo en época moderna.
Highlights
The aim of this paper is to reconstruct the morphological evolution of the royal diplomatic letter in the Crown of Aragon between the reigns of Peter the Ceremonious and Alfonso the Magnanimous
The form taken by this document was adapted to its contents and those in receipt of it, according to the principles of the Ars dictaminis, without relinquishing its material and textual simplicity in the process
With its adaptation to the communicative requirements of the monarchy, the royal diplomatic letter became an instrument of governance that helped to strengthen royal power and anticipated mechanisms that would be fully developed during the Early Modern Period
Summary
Estants en Barcelona, trametem lletres a tots e sengles prelats, comtes, barons, ciutats e viles, generalment tothom, de qual estament fos-se, feuater o aloer, que ens venguessen acórrer en Cerdanya, on anàvem per cobrar la vila de Puigcerdà[2]. De un lado, por su austera materialidad, bien diferenciada del privilegio: uso del papel en lugar del pergamino, ausencia del signo real y aposición de un sello de placa, tal como estipulaban las Ordinacions de la Casa i Cort[3]. Por su génesis, que se simplificaba al máximo si partía de una orden directa del rey –habitualmente al secretario– y su validación se realizaba por medio de la suscripción autógrafa del soberano y del sello secreto, custodiado por el primer camarlengo. Este procedimiento permitía un control absoluto del monarca sobre su elaboración, dado que tanto camarlengos como secretarios eran personas de su absoluta confianza[4]. Se puede afirmar que, desde el punto de vista de la diplomática, la carta real catalanoaragonesa
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