Abstract
Hablar de la proximidad de la muerte es cuestionador, para muchos un tabú o tema para esquivar. Sin embargo, no es lejano a nuestra realidad presente y nos invita a reflexionar en ello. Un gran autor norteamericano, fallecido a los ochentaisiete años nos dejó una frase memorable: “La muerte es el último viaje, el más largo y el mejor.” (Tom Wolfe), en la reflexión certera de quien parte para no volver. Muchos son los factores que han influido para asumir esta realidad, desde la recurrencia de las noticias, el temor natural a la muerte, la fragilidad ante la enfermedad, el ver partir a los seres cercanos, la vejez y la infancia; la propia experiencia personal y familiar, el temor, el miedo, la soledad y la tristeza junto a un cúmulo de emociones que son necesarias de asumir y controlar. No es lejano a esta realidad el manejo del duelo y el luto, así como el consecuente afrontamiento de la muerte de quienes están cerca e incluso de la proximidad de la propia partida. La bioética también nos invita a reflexionar en el cuidado paliativo, en el respeto del valor y la dignidad humana, proponiendo asimismo ayudas de soporte para el bienestar humano.
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