El interés inicial que impulsó a Henry B. Lovejoy a viajar a Cuba –aprender a tocar los tambores– se convirtió en una investigación acerca de la historia de la religión y la cultura lucumí. Una investigación muy interesante, añadiría, que gira en torno a la figura y actividades, reales o imaginadas, de Juan Nepomuceno Prieto, y que ha sido publicada por la Editorial de la Universidad de Carolina del Norte. Se trata de una historia que a tramos funciona como la narración en una película, por el ritmo y por la forma en la que mezcla datos históricos recabados acuciosamente con otros que pudieron serlo, pero de los que no hay una evidencia documental referida al personaje central, sino la combinación de opciones posibles. El uso de este recurso, en mi opinión, es un gran atractivo, al mismo tiempo que constituye la debilidad más evidente del trabajo académico. La conjunción de ciertas posibilidades y la elección de la más factible contribuyen a llenar los vacíos en la vida que se relata, sin embargo, un if o un likely que no hayan sido y la estructura se tambalea, por más fundamentadas que estén las referencias. Prieto bien pudo actuar de manera diferente, no ubicarse donde las conjeturas lo sitúan, o no pensar como se pretende. Dedicar gran parte de su esfuerzo a llenar los vacíos de información en la vida de Prieto condujo al autor a un desequilibrio estructural en su trabajo, que terminó dedicando solamente un capítulo, de ocho, al asunto transcendental: el conocimiento del cabildo Sangó te deum, de Prieto como su líder indudable y del inicio del sincretismo de la actual santería.Rescatar la historia del cabildo –cuyo nombre alude a un himno cristiano en opinión de Lovejoy–, identificar sus características, señalar el estatus que asumió su dirigente y que promovió para el futuro, y desmentir falsas ideas son las principales aportaciones de este libro. Contribuciones medulares son: identificar a Prieto como el líder incuestionable del cabildo Sangó te deum, contra ideas propagadas a partir de aseveraciones de Fernando Ortiz; mostrar que el origen de la criollización se encuentra en la práctica de este dirigente, que vinculó a los santos cristianos con los dioses del panteón yoruba; y, finalmente, pero no menos importante, acreditar que Prieto no participó de la rebelión de Aponte de 1812, afirmación repetida sin sustento. Para Lovejoy es indiscutible que Prieto es la figura clave en la rama cubana de una religión más amplia. Resulta paradójico que los practicantes actuales no tengan en la memoria a este personaje, ni lo que hizo, aunque algo se sepa de la existencia del cabildo que dirigió. Por ello bien vale la pena revisar los hallazgos de este autor.La información documental acerca de Prieto se encuentra en un grueso expediente en el que hay más falta de información que abundancia de ella. ¿Cómo hizo Lovejoy para armar su relato? Lo primero, utilizando hábilmente la documentación de archivo disponible y haciendo las preguntas correctas para aprovechar mejor la bibliografía secundaria y los relatos orales que logró reunir. El investigador recurrió a la metodología que utilizan los biógrafos para reconstruir las vidas de sus personajes y echó mano de la estrategia de “‘a veces imaginar’ el pasado” –propuesta por Natalie Zemon Davis– para recrear todo el camino recorrido y conocer cómo llegó Prieto a ser el líder de la Sociedad de Socorros Mutuos Nación Lucumí de Santa Bárbara, nombre oficial del cabildo, hasta que su rastro se pierde por completo después de haber sido acusado falsamente de instigar una revuelta calificada de conspiración (p. 4).En el proceso de reconstrucción de la vida de Prieto, Lovejoy logra darle sentido a la manera en que este personaje se fue identificando como lucumí y cómo los distintos saberes adquiridos a lo largo de su vida confluyeron en la forma en que propuso la dinámica del cabildo. Esta destreza de Prieto sentó un precedente para legalizar la práctica y evitar la persecución en Cuba.Al seguir la vida de Prieto, uno de los elementos llamativos, si no es que el más sugestivo, es que ésta ocurre en una época muy compleja. Según el autor, Prieto nació durante el periodo de auge del tráfico esclavista en África occidental, y llegó a Cuba cuando terminaba la emancipación estadounidense y antes del inicio de la Revolución francesa. Ya en Cuba, se unió al ejército español como parte del Batallón de Morenos Leales durante la Revolución haitiana, las guerras napoleónicas y las independencias americanas, y vivió la fase más agresiva de las reformas borbónicas. Como soldado, supervisó el arribo de población esclava que llegó en grandes cantidades y, hacia los últimos años de su vida, fuera del ejército ya, dirigió el cabildo. Su historia merece conocerse.
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