Abstract

A mediados del mes de septiembre de 2015, una imagen sacudía las conciencias del planeta entero y movilizó (bien que de manera lamentablemente efímera), la política europea. Se trataba del cadáver de un niño sirio ahogado en una playa de Grecia. No es lugar, ni ocasión para analizar la tragedia, sus consecuencias, ni mucho menos entrar en el fondo del asunto, pero sí puede servirnos como ejemplo de algo que, en ciencias sociales venimos reclamando como reto desde hace mucho tiempo: el uso de lo visual en nuestras investigaciones, la inmensa potencia de sus contenidos. Antes de la publicación de la imagen mencionada numerosos titulares daban un dato fidedigno: diez mil víctimas civiles en el conflicto sirio, la cuarta parte ellas niños. ¿Por qué las palabras “dos mil quinientos” o el número “2.500”, en ambos casos referidas a “niños muertos”, no movilizó a nadie y la imagen de uno solo de ellos sí? En ciencias sociales utilizamos profusamente datos numéricos (con metodología cuantitativa) y datos textuales (con metodología cualitativa) pero, ¿qué hay del uso de datos de tipo visual?© Revista Colombiana de Ciencias Sociales.

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