Abstract
Los bancos públicos son dominantes, con más de 900 en todo el mundo, y poderosos, con activos que se acercan a los 49 billones de dólares. Sin embargo, con demasiada frecuencia se perciben como instituciones financieras estáticas, basadas en teorías económicas que parten de nociones fijas de lo que es ser un banco de propiedad pública. Esto ha dado lugar a un debate polarizado en el que los bancos públicos se caracterizan por ser esencialmente buenos o malos. Esto es poco realista y poco útil a la hora de buscar formas de hacer frente a las crisis financieras y de la financiación climática. En su lugar, necesitamos repensar los bancos públicos como instituciones dinámicas y disputadas dentro de las esferas públicas de los Estados. Desde este punto de vista, la propiedad pública en sí misma no predetermina nada, pero sí abre un ámbito público particular de posibilidades. El cambio se hace posible y es el resultado de las fuerzas sociales que lo hacen posible, aunque dentro de los límites estructurales de la sociedad capitalista dividida por género, raza y clase social. Una teoría dinámica de los bancos públicos ofrece una alternativa teórica novedosa y una vía práctica hacia la financiación de transiciones ecológicas y justas en aras del interés público.
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