Abstract

La tesis de este artículo es que el mal banal se refiere a una conciencia deformada. Las obras de la misma Arendt dan lugar a una comprensión así del mal banal. Aunque distintos autores han subrayado la importancia de la conciencia en la formación de la banalidad del mal, ninguno ha optado por definirla de esta manera hasta donde se ve. Tampoco lo hizo Arendt, según se sabe. La filósofa alemana liga pensamiento y conciencia; entiende a esta como un subproducto de aquel. Por eso no puede abandonarse la otra definición del mal banal, aquella que lo relaciona con la incapacidad para pensar. Arendt privilegia esta definición y no concluye la otra. Sin embargo, el pensamiento, tal como lo entiende Arendt, en su función de apartar al hombre del mal y juzgar los hechos de la experiencia, viene a semejarse a la conciencia, ya que esta tiene también este cometido. Además, la conciencia opera de manera dialógica, al modo como Arendt plantea que lo hace el pensar. Arendt no aclara cómo el pensar conduce al hombre a la verdad moral sobre sus actos, ni cómo aquel puede desvirtuarse. Tampoco indaga a profundidad en la conciencia. Todo esto ha motivado que se la interprete desde santo Tomás, en quien pueden hallarse algunos aportes claves para resolver algunas preguntas que Arendt dejó abiertas sobre el mal banal.

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