Abstract

Cuando pensamos y hablamos sobre el final de la vida humana, nos preguntamos: ¿Qué sería mejor: la eutanasia o la obstinación terapéutica? Ni una opción, ni otra. No queremos morir antes de tiempo, ni morir de forma intencionada. Lo que queremos es morir sin sufrimiento y en buenas condiciones. Lo que no se puede admitir es que haya personas que mueran sin los recursos médicos para paliar sus dolores, sin los recursos sociales para verse bien atendidas, y sin los recursos afectivos para verse acompañadas con cariño.
 Por eso, los cuidados paliativos son la única opción ética y sanitaria ante el final de la vida de una persona, acorde con el debido respeto a su dignidad, y más todavía, en situación de vulnerabilidad.
 Por el contrario, apoyar la eutanasia y la obstinación terapéutica es defender, en el fondo, una medicina del deseo: los dos extremos de un mismo deseo individualista. A esto se suma, que la eutanasia es entendida en clave de un “derecho a morir” que, obligatoriamente, ha de ser atendido.

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