Abstract
Desde los flujos migratorios de los sertanejos a los centros urbanos que caracterizan los significados particulares de la sequía de 1932, se restablecieron zonas de confinamiento para restringir la libre circulación de los afectados. A veces llamados campos de concentración en los documentos oficiales, a veces llamados corrales por los civiles y los retornados, los espacios de confinamiento reciben diferentes significados en conjunción con los textos que los elaboran. En este sentido, este artículo moviliza textualizaciones testimoniales sobre estos acontecimientos para discutir las proposiciones de sentido en las que estas palabras se enredan como formas de espacio y de los posibles contextos de vida en él; y, con ello, se establecen como heterotopías de relaciones con la sequía.
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