Abstract
Unamuno concibe la otra vida en su óptima forma como un dinamismo en el sentido zubiriano. Ha leído en el Libro de Job la visión de vida y muerte como una conscripción militar o como una contratación laboral. El relato unamuniano «Juan Manso. Cuento de muertos» (1892) rechaza la mansedumbre, favoreciendo una «embestida» existencial antes y después de morir. La crisis de 1897 a 1902 hace a Unamuno temer la nada y buscar alivio en una pasajera conversión al protestantismo liberal. Pero cuando la inseguridad regresa, convierte su incertidumbre de la salvación en punto de partida para su filosofía trágica de la religión. En cuatro sucesivas fases, profundiza cada vez más en su concepción dinámica de la vida eterna: en Vida de Don Quijote y Sancho, en el Tratado del amor de Dios; en Del sentimiento trágico, y en La agonía del cristianismo.
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